Neus Casanova

Me llamo Neus. Crecí en un pueblecito de Barcelona dónde tenía todo a mi alcance para ser feliz. Mis padres me amaban, cubrían y me enseñaban lo mejor que sabían, pero la independencia y la rebeldía, destrozaron muy pronto mi relación con la autoridad, padres, profesores... huía de todo lo que me llevaba a la obediencia. Tenía una voluntad muy fuerte, siempre hacía lo que quería. Con 18 años estaba atada al alcohol y a las drogas, no podía vivir sin ello, me daba la seguridad, la valentía y la fuerza para vivir día a día, una locura que me dominaba por completo.

Así viví 10 años, rompiendo todo lo que tocaba por puro egoísmo.

Todo lo que vivía era apariencia, durante el día tenía un negocio de hostelería, pero por las noches mi realidad era muy distinta, nunca sabía dónde ni cómo acabaría ya que vivía una locura. En el fondo, no quería este tipo de vida, pero vivía en una frustración de querer y no poder cambiar. Como consecuencia de esto acabé enferma físicamente con un diagnóstico de pancreatitis crónica, que me llevó a un coma durante dos meses; por otro lado en mi interior se había ido formado una dureza que me hacía vivir siempre en amargura. Estaba muy herida, y seguía destrozando a los que me rodeaban, no había en mi esperanza alguna. La relación con mi familia estaba rota, mi padre no me perdonaba ni se fiaba de mí, eran demasiados años de mentiras, decepciones y vergüenza. Al tiempo conocí a un chico con un pasado parecido al mío, tenía buenas intenciones y nos casamos, fuimos felices durante 3 años. Habíamos dejado de consumir, pero la necesidad, las carencias y los temores seguían dentro. Así fue como nos fuimos deslizando poco a poco y volvimos al caer en el mismo agujero negro del que veníamos. Pedimos ayuda a psicólogos y empezamos terapias, pero resultaron ser solamente un parche. Emocionalmente estábamos atados, en un minuto pasábamos del amor al odio, del llanto a la risa, de la caricia al golpe, era una locura, éramos de la planta del pie a la cabeza una herida hinchada y podrida.

Así llegamos los dos, en las navidades de 2002, a Vida Nueva. Yo fui a la casa de las chicas, que me aceptaron sin condición, pero no me fiaba de nadie, tenía la mente completamente desordenada y unas tremendas ganas de morir, ya no podía más. Dios quería restaurar nuestro matrimonio, pero mi esposo no soportó la disciplina del centro, quería algo más light, poder fumar, salir algún día y esas cosas. Los responsables de la comunidad le ayudaron a encontrar otros centros en los que el pudiera pasar la primera fase de desintoxicación, pero continuó con las caídas, porque no quiso cambiar de vida. Falleció 5 años después.

Aquel primer tiempo en Vida Nueva yo aprendí a vivir en familia,

en un ambiente de amor y aceptación incondicional. A los 2 meses ya no quería morir, empezaba a brotar esperanza en mi corazón. Empecé a sacar a la luz todas las cosas que ocultaba y me hacían daño. El recuerdo más vivo es la suavidad con la que me trataban, como si fuera algo delicado y valioso. Más tarde descubrí que el equipo de cuidadores y responsables eran cauce del amor de Dios hacia mí vida, tanta compasión hacia mí me fue derritiendo, ahora quería conocer a ese Dios que me enamoraba.

Fue en ese momento cuando, por fin, pude empezar a fiarme de las personas, abrir mi corazón y sacar todas las heridas de rechazo, de amargura, todo el dolor acumulado por años en mi alma. Dios consoló, sanó y enderezó lo que estaba torcido. Pude dejar atrás todos mis temores, dudas, amarguras y enfermedades. Ahora dentro de mi tengo un corazón que ha sido ablandado por el amor de Dios. Dios restauró por completo la relación con mi familia, ahora disfrutamos al pasar tiempo juntos. Antes de que mi padre falleciera pude expresarle amor y ternura. Dios ha sido bueno, cambió todo lo que era maldición por bendición.

No se como podría pagar a las personas que me han ayudado con tanta dedicación y ternura, tantas noches sin dormir, tanto sacrificio personal. Me han ofrecido una nueva oportunidad en la vida. Gracias a su ejemplo, me enseñan cada día a vivir un evangelio práctico, sencillo y transparente. Gracias por su incondicionalidad y fidelidad hacia Dios, para quien nada es imposible.