Jesse Rodríguez


Mi nombre es Jesse, tengo 24 años y gracias a la intervención de Dios en mi vida soy una persona completamente nueva. Este es el testimonio de Su rescate…

Nací en una familia recién formada (soy el primero de cuatro hermanos). Mis padres ambos conocieron al Señor años atrás y crecí en un ambiente sano, acudí a nuestra congregación desde que nací, se me educó conforme a los principios cristianos y rodeado de un ambiente sano. Pero eso no fue suficiente para que ser una buena persona. Mi problema no fueron los demás, no fueron los malos tratos, no fue que en el colegio me hiciesen bullying, no fue que tuviese una infancia dura (mi infancia fue privilegiada), el gran problema de mi vida era yo mismo, era el hecho que prefería la maldad al bien, era que mi corazón estaba inclinado al mal desde que tengo uso de razón. Siempre tenía que cumplirse mi voluntad, pero sin causar problemas; tenía el fuerte deseo desde muy pequeño de ser amado, apreciado, y eso lo tenía que compaginar con el que mi voluntad se cumpliese siempre. Así que uno de los primeros males que recuerdo en mi vida era la mentira. Rápidamente me di cuenta que si hacía algo mal, algo que me hiciese quedar mal delante de mis padres, algo cuya consecuencia fuese el castigo, podía evitarlo mintiendo. Recuerdo la terrible vergüenza que sentí al ser destapada una de mis mentiras con poco mas de dos o tres años de edad. ¡No quería volver a quedar así de mal jamás! Así que me hice muy diestro en la mentira rápidamente, y recurría a ella, no solo para salirme con la mía, sino para quedar bien con los demás, para ser interesante… y conforme crecía, la mentira crecía conmigo hasta que empezó a ser parte de mi realidad, esa frontera entre lo real y lo ficticio se volvió muy tenue… una verdadera locura.

el gran problema de mi vida era yo mismo

Este baile con la mentira me convirtió en una persona llena de complejos, miedos y apariencias. Siempre intentaba aparentar lo que pensaba que los demás querían ver en mi. Me esclavizó, me dominó por completo, condicionó mi identidad y mi personalidad, no podía ser quien yo sabía que tenía que ser y cambiaba de actitudes, opiniones e incluso personalidades como quien se cambia de ropa según el tiempo que hace en el exterior. Tenía una personalidad para el colegio, otra para la iglesia, otra para mis padres, otra para mis hermanos… y mientras tanto avergonzándome de quien realmente era y sin querer ser tampoco la persona que sabía que debía ser… yo sabía que era cristiano y que tenía principios, de hecho mis padres me pusieron los límites que la palabra de Dios marca para que los hijos crezcan en rectitud. Odiaba esos límites con todo mi corazón, sabía que eran por mi bien pero los odiaba porque me hacía diferente al resto. No toleraba la vergüenza de no poder salir con mis compañeros de clase después del cole, o el no tener un móvil cuando estos empezaron a hacerse populares. Mis padres querían guardarme de los peligros mortales en el mundo y de crecer torcidamente. Y yo no quería.

Ahí es cuando nació la rebeldía en mi corazón. Y pronto empezó a mostrarse en casa. Al principio fue algo escondido, no me atrevía a enfrentar la autoridad abiertamente, pero en seguida fue haciéndome más y más cautivo. Y ahí fue cuando perdí el control totalmente y dí rienda suelta al mal en mi vida, no que alguna vez lo tuviese, si no que me había entregado por completo a ello y esa apariencia de chico bueno ya no me convenía mantenerla. Al comienzo de mi adolescencia empezó a destaparse el monstruo que se había estado gestando durante los años de mi infancia.

¿Y donde estaba Dios en todo esto? ¿Quién era Él para mi? Toda mi vida había estado escuchando hablar de Él, había acudido a la iglesia y a la escuela bíblica, el círculo íntimo de amigos y familia que tenía eran todos creyentes, mi madre todas las mañanas nos hablaba a mi y a mis hermanos de la palabra y de lo que Dios quería de nosotros, no salía de fiesta, no llevaba una vida de soltura parental que sí vivían mis compañeros del colegio, pero a pesar de todo esto yo no tenía relación alguna con Dios. Y con el paso del tiempo me fui endureciendo hacia todo lo que tenía que ver con Dios. Ser "cristiano" me hacía diferente a los ojos del mundo, me restringía a la hora de hacer lo que quería y llegué a detestar todo lo que tenía que ver con Dios. Había veces puntuales que Él tocaba mi corazón y tenía en esos momentos tantas ganas de responderle que sí, que sí que quería la vida que él me ofrecía dedicada a él… pero las decisiones que tomaba estaban fundadas en las emociones del momento y no tenían una base sólida, así que cada vez que le decía a Dios que sí, mi compromiso duraba un par de semanas a lo sumo. Esta fue la tónica de mi vida hasta la adolescencia, allí llegó la rebeldía total hacia todo lo que representaba a Dios.

¡Pero Dios ha sido incomprensiblemente BUENO conmigo!

Llegados a este punto puedo ver el amor de Dios hacia mí, no lo puedo entender todavía porque si alguien era su enemigo, ese era yo. Si alguien se merecía una vida apartada de Él ese era yo. Si alguien se merecía las duras consecuencias eternas de blasfemar contra Dios conscientemente como yo lo hacía, ese era yo. ¡Pero Dios ha sido incomprensiblemente BUENO conmigo! Cuando crecí salieron a la luz unas cosas terribles que yo estaba haciendo en oculto. Debido a esto y por el hecho de que mis padres me confrontaron sobre ello y no cambié ni rectifiqué, si no que empeoraba mi convivencia con ellos, se tomó la decisión que yo ingresase en Vida Nueva. Yo me lo tomé como una aventura más, como si estuviese yendo a un campamento de verano. Al vivir este momento tan crucial en mi vida de esta manera tan frívola no le dejé a Dios hacer la obra de salvación y restauración que Él quería conmigo. Seguía con la apariencia y la mentira, seguía inclinado y atraído hacia el mal. Y lo que podría haber sido el punto de inflexión precioso en mi vida acabó en ocho meses donde aprendí más mal que bien (por juntarme con quien no debía y por esconder mi pecado) y yéndome con más odio en mi corazón, con más dureza contra Dios y la iglesia. En el año que siguió mi vida tomó una tendencia descendente vertiginosa, donde me empecé a meter en agujeros muy oscuros y tenebrosos, donde todo me daba igual, donde lo único que me importaba era yo mismo y sentirme bien yo. Me convertí en un adolescente insoportable y terriblemente orgulloso, pensando que por tener cierta facilidad en los estudios yo era superior al resto, burlándome de la fe de mi madre, odiando a mi padre y negándome a dirigirle la palabra, esclavo de una rivalidad terrible hacia mis hermanos y con una envidia corrosiva hacia mi hermana. Pero Dios me seguía persiguiendo. NUNCA DEJO DE HACERLO. Un año después la situación en casa se volvió insostenible debido a los problemas que yo y mi hermano causábamos y mi madre tomó la decisión de ingresar todos como familia en la Comunidad. Y ahí es donde Dios me agarró y donde todavía no me ha soltado. Había llegado al hospital, había llegado al lugar donde se me diría la verdad, se me tratase, se me ayudaría a salir de mi esclavitud, se me enseñaría a vivir de nuevo… No lo veía así al principio, todo mi ser se rebelaba contra el hecho de tener que someterme a la autoridad y tener que obedecer las normas. Pero por la gracia y misericordia De Dios me rodeó de las cosas, las personas y el tratamiento que necesitaba. Se me daban órdenes sencillas para obedecer, y al hacerlo se demolían poco a poco las fortalezas del pecado en mi. Pude ir dando pasos como el pedir perdón a mi madre por todo el daño y estrés que le causé, a mi hermana por haberla tratado tan mal durante años, pude perdonar a los que me habían hecho daño, pude confesar muchísimas cosas que habían permanecido ocultas, la relación con mi padre se pudo empezar a restaurar… pero todo esto no fue en mis fuerzas, para mi era imposible hacer cualquier cosa que no fuese lo que el pecado dictase. Fue la gracia y el poder de Dios que derramaba sobre mi en cada pequeña obediencia, en cada tratamiento. Fue su amor que iba resquebrajando mi durísimo corazón, y ese amor se hacía tangible en las personas que tenían que tratar conmigo. Nunca se me reprochó nada, nunca se me condenó, se me trató con una dignidad infinitamente superior a lo que yo me merecía. Y así Dios quebrantó mi corazón. Tuvo que pasar mucho tiempo, muchas lágrimas, muchas veces quería irme y abandonar y a punto estuve de echarlo todo a perder. Pero Dios SIEMPRE tuvo misericordia. Puso autoridad sobre mi vida excelente, ejemplos de vida excelentes. Ha hecho lo imposible en mi: me ha hecho una persona completamente nueva. No lo puedo entender y me estoy quedando extremadamente corto al intentar explicarlo, yo era enemigo acérrimo del evangelio, si alguien no se merecía la sangre de Jesús derramada a su favor ese era yo… pero tuvo misericordia. Y solo Él podía salvarme, nadie más. Y ahora mi vida es suya, le pertenece, la ha comprado con su sangre, ha pagado con creces el precio para que le perteneciese. Y no hay mejor vida que esa, está siendo mucho mejor de lo que jamás habría pensado. No es que haya merecido la pena darle mi vida a Jesús, es que era la única opción. Esa es la calidad de amor con la que se me ha amado. Y todo ese amor del Padre se ha traducido a través del centro Vida Nueva. Así de especial es este lugar. Hoy puedo llamar al lugar que antes detestaba con todo mi corazón mi casa, mi familia. Y es todo al tremendo y maravilloso poder del evangelio, que Dios ha hecho tan sencillo de seguir que hasta el más torpe puede andar en él (y el más torpe soy yo).

Así que GLORIA A DIOS por todo lo que ha hecho y lo que sigue haciendo. Porque aún hay cosas que cambiar y tratar diariamente. Estoy solo empezando a vivir esta nueva vida, hay mucho que aprender. Pero gracias a Él soy otro. Así es mi Padre.  

Comentarios

  1. Gloria a Dios por este verdadero milagro que ha hecho el Dios de lo imposible en la vida de Jesse y gracias a los siervos de Dios en la Comunidad Vida Nueva por no tirar la toalla con este caso dificíl!!!! Gracias a Dios por la Comunidad....sino que sería de Jesse ahora si no fuese por ese tratamiento y intervention divino en su vida....muchísimas gracias por todo el amor y misericordia y perseverancia que hais mostrado hacía la vida de Jesse!

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  2. Oh Jesse como me bendice el milagro que Dios ha echo en ti, que esperanza para tanta juventud perdida, sin rumbo ni propósito en esta vida...te conozco desde que eras un niño, y verte ahora posicionado y apasionado por obedecer y vivir el Evangelio que es, todo un testimonio que le da ahora la gloria al Dios que te ha salvado y sacado de tan grande agujero. Gracias Jesse por ser valiente y gracias a las manos de Dios en la tierra a través de VIDA NUEVA

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  3. Gracias a Dios que llega siempre a tiempo. Doy fe del total y real cambio en tu vida. Gracias por abrir el corazón así.

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  4. Gracias por tú testimonio Jessi, e ti y en muchos como tú, puede verse el avance del Reino,y el gran retroceso del infierno.Satanas,está vencido por la sangre de Cristo, persevera, y no des nunca un solo paso hacia atrás.Ánimo Jessica.. Isidoro)

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  5. Me bendice mucho tu testimonio porque lo he visto y sé que es real. Dios te siga bendiciendo en lo que queda por delante.

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