Julian Cuartas





Nací el 12 de febrero de 1983 en una hermosa familia temerosa de Dios. Mis padres eran ejemplares y yo era el único hijo que tuvieron. En mi casa se me infundió desde pequeño el respeto hacia mis padres y hermanas, pero por lo demás tenía mucha manga ancha. A pesar de que mis padres me amaban muchísimo yo desde muy pequeño les mentía y los alejaba de mí. Me gustaba ser y sentirme fuerte ante los demás y por eso me rodeaba de los más grandes y más fuertes tanto en el colegio como en la calle. Hacía lo que ellos no se atrevían a hacer para ganarme su aceptación y así sentirme seguro, aunque en el fondo era un cobarde. A la vez los chicos de mi edad me imitaban y me seguían en todo. Mis padres no eran conscientes de mi problema, porque aunque me amaban y me corregían, yo les mentía para evitar las correcciones. Con 8 años robaba dinero a mis padres para agradar a los demás. Con unos 10 años ya entraba a cualquier sitio para llevarme cosas que mis amigos mayores vendían y me daban una parte del dinero. Mis padres alarmados por mi conducta cada vez más delincuente decidieron mandarme a vivir con mis tíos a la ciudad de Cali. Pasó el tiempo y allí encontré otro grupo de amigos más mayores que los anteriores y que hacían cosas peores. Los pequeños robos se convirtieron en grandes atracos y los beneficios eran cada vez mayores. Así como crecían mis beneficios, también crecían mis “necesidades” y el desmontar tiendas o empresas ya no cubrían los gastos. Nuestra pandilla se iba agrandando y se iba uniendo gente más mayor que ocupaban rangos más altos. Yo era el más pequeño y siempre quería sentirme parte de algo. Formar parte de aquella pandilla me agradaba muchísimo, para mi era lo más grande sin yo saber que solo me daban su amistad por conveniencia y no por que les importará. Mis padres viendo los ambientes en los que me movía cambiaban con regularidad de barrio para alejarme de estas personas. 

"...cuando llegaba a casa me encerraba en mi cuarto y llorando, rezaba..."

Con trece años empecé a fumar marihuana y me enganché muchísimo porque me era más fácil pasar de todos los problemas en los que me iba metiendo. Mis padres se fueron habituando a buscarme en las comisarías y yo poco a poco me iba alejando cada vez más de ellos. A los 15 años mis padres me ingresaron en un correccional por puro amor, pero allí cogí carrerilla para ser mucho peor. Estuve 6 meses y conocí a gente que me superaban en maldad por mucho. Lo vi como una oportunidad para crecer y hacerme más fuerte. Me gustaba ser temido e intimidar, era conocido en mis círculos por mi mala conducta y empecé a construirme una reputación entre las pandillas. También empecé a ganarme no pocos enemigos y muchas amenazas de muerte y aunque en la calle aparentaba no tener miedo a nada, cuando llegaba a casa me encerraba en mi cuarto y llorando, rezaba como me habían enseñado en casa, después me metía debajo de la cama a dormír por el miedo y cuando salía el sol mi apariencia tomaba fuerza y continuaba. Este fue un tiempo de mucha inseguridad. Personas que buscaban hacernos daño pasaban por mi casa y las de mis amigos buscándonos por el día, y por la noche en los lugares que frecuentábamos. Nos tocaba huir constantemente de aquellas amenazas de muerte, hasta que nos encontró un hombre que se encargó de nuestro problema. Fue un protector que acabó trayendo sobre nosotros una cadena más pesada todavía y con la que no podíamos andar, pero al menos fue la escapatoria a la muerte y el fin de un capítulo de dolor infranqueable con el cual viviría de por vida. Con este nuevo “padrino” Ilegaron lo que para nosotros eran las vacas gordas nos llovía dinero, las fiestas eran más largas y mi vida en casa se hacía cada vez más corta, me alejaba más y más de mis padres por temor a las consecuencias que pudieran alcanzarles a ellos. A pesar de la aparente prosperidad mi temor crecía porque nuestro nuevo señor era muy temerario y para mantenernos a raya no pasaba ni una. Poco a poco nos fuimos haciendo más fríos y nuestra escapatoria eran las drogas y las fiestas. Al volver de unas vacaciones nos encontramos con que el hombre que nos apadrinaba ya no estaba. Esto hizo cundir el miedo en todos nosotros dando lugar a una huida del país de todos mis amigos.


Mi padre había tomado la decisión de emigrar a España unos meses atrás y mi madre le rogó que yo fuese con él. Me envió el pasaje y volé a Madrid. Allí me esperaba mi padre y mi primo. Fueron unos meses entrañables de compartir con mi papá, íbamos al cine, pasábamos mucho tiempo juntos, me consiguió un trabajo de verdad… Quería hacerlo bien, pero lo volví a torcer todo. Hice amistades rápidamente, otra vez gente más mayor que yo y para la que hacía trabajos relacionados con drogas, comencé de nuevo a forjarme una reputación que fuese temida y estar cada vez más en la calle. Con el tiempo mi madre y mi hermana vinieron a España y de nuevo comencé a alejarme de ellos. En un año que pasé en España ya tenía más problemas que en Colombia, la guardia civil ya me conocía. Con el aumento de los problemas mi padre me propuso ir con él a Sabiñánigo, Huesca. Allí mi padre conoció un hombre de buen corazón el cual me dio un contrato de trabajo para poder residir legalmente y trabajar en España. Para ello tenía que volver a Colombia mientras me llegaba el visado. Fue un tiempo muy duro y Ileno de incertidumbre porque volver a Colombia no era parte de mis planes. Cuando llegó el visado volví a España y empecé a trabajar y a conocer gente. Poco a poco conocí más el mundo nocturno el cual me cautivó enseguida. Empecé a probar todo tipo de sustancias que pensé me venían bien por mi forma de ser, y acabé traficando con ellas, lo cual me había prometido nunca hacer. Esto me permitía vivir de fiesta y no volver a trabajar, rompiendo de nuevo el corazón a mis padres. El consumo cada vez iba a más y ya no solo consumía los fines de semana sino que también consumía entre semana. Me acostumbré a no descansar nunca, me sentía imparable. De día buscábamos drogas y de noche de fiesta, nos íbamos consumiendo poco a poco. Meses más tarde volví a trabajar con mi padre por problemas con la autoridad y porque estaba perdiendo la cordura por falta de sueño. En ese tiempo me di cuenta de que ya no estaba en mi país y que me estaba jugando lo que a mi padre le costó muchísimo conseguir. Cesé mi actividad completamente, pero ya estaba demasiado metido en la droga. No podía dejar de consumir por más que me lo proponía. Mi sueldo no era suficiente y me junte con chicos manipulables y los llevaba conmigo a robar en los establecimientos. Estuve detenido muchas veces por robo y otras cosas. Conocí a una chica y dije ahora voy a cambiar, pero lo único que conseguí tras cinco años de relación fue destrozar aún más mi vida y hacerla sufrir a ella. La relación se terminó y ya no levanté cabeza. 

“¡Señor, si existes, cámbiame..."

Dos años más tarde mis padres, que ya no soportaban más la situación, decidieron volverse a Colombia. El día en que se marchaban vinieron a la chatarrería donde yo vivía a despedirse. Mi padre llorando me dijo adiós y supe que era por mi culpa que partían de España para nunca volver y aquello me partió el corazón. Mi vida había llegado a su fin como una persona cabal. Ahí me dí cuenta del monstruo en el que me estaba convirtiendo. Se marcharon y lloré amargamente. Pero este suceso no provocó un cambio ni un arrepentimiento en mi, al contrario, desbocado y sin quien me marcará una línea de lo que era pasarme, empecé a culpar a todos los que me rodeaban, empecé a robar y a hacer daño a todo el que se me acercaba. Fue tal la locura que vivía que dejé de dormir por completo, sufría de insomnio. Quería morirme y en mi interior había una voz de muerte y acusación que me condenaba y empujaba hacia el suicidio. La locura me mostraba como mis propios vecinos se confabulaban en contra de mi y esto iba a más. Una noche salí a la calle cuando no había nadie, alcé mis ojos y clamé a Dios: “¡Señor, si existes, cámbiame y sácame de este pueblo!”. Me fui a mi casa y le prendí fuego a la cama donde me acosté. El humo hizo que mi vecino irrumpiera en casa, apagó el fuego y me sacó de allí. Al día siguiente salí de casa con dos armas porque temía en mi locura que alguien fuera a por mí. Me dirigí a casa de mi hermana con la cual no hablaba desde hacía muchos años y se sorprendió al verme. La abracé con fuerza y le dije que sentía que me moría y que por favor me llevara a urgencias. En urgencias el médico le dijo a mi hermana que estaba muy drogado y que si no estaba ya muerto poco me faltaba, estuve un par de semanas en la unidad de cuidados intensivos y me dieron el alta médica. El médico le dijo a mi hermana que no había explicación y que probablemente se había equivocado en su diagnóstico. Del hospital fuí al psiquiátrico donde me recetaron muchas pastillas y me dijeron  que eran de por vida, y a los dos días me dieron el alta. 

"Toda mi vida ha sido transformada..."

El mismo día que salí del hospital fui a Proyecto Hombre y conocí a una chica que me puso en contacto con Vida Nueva. Esperé un mes para entrar y fue el mes más largo que yo he vivido hasta ahora. En la primera entrevista telefónica rompí a llorar cuando me preguntaron cual era mi problema, no tenía ningún control de mis emociones. Dos semanas más tarde ingresé en este precioso sitio, Vida Nueva. Yo fumaba hasta cuatro paquetes de tabaco, pero una vez llegué desapareció la ansiedad que traía y hasta hoy no he vuelto siquiera pensar en ningún tipo de vicio. No quedan malas palabras en mi vocabulario, me ayudaron a salir de lo más profundo de la crueldad en que vivía. Mi primera semana solo comía y limpiaba unas bobinas de cobre pequeñas. Para mi vergüenza, mientras limpiaba aquellas bobinas, en mi mente planeaba como llevarme aquellas cajas para conseguir dinero. Poco a poco cogí confianza con los chicos y empecé a hablar con todos, cosa que no podía hacer, me corregían constantemente pero yo hacía caso omiso. Seguía el mal comportamiento que traía pero me daban bien y yo no pagaba bien. Quería lo que veía en los demás y rezaba como de costumbre pero no funcionaba, por el contrario iba a peor cada día y mi deseo de marcharme me envolvía por completo. Pero al ser mi última oportunidad de cambiar y no tener otro lugar a donde ir, me quedé. Mis pensamientos no dejaban de acosarme y cada vez eran más fuertes. Pasaron seis meses y en un culto de sábado peleándome todavía con estos pensamientos, después de escuchar la predicación le pedí a Dios que me ayudara, que fuera mi señor y Salvador y que me diera sanidad mental, o que solo se callaran las voces en mi cabeza, y así fue. Aquella fue una victoria de Dios a la que le siguieron muchas en las cuales los responsables del centro no se rindieron ni dieron su mano a torcer. Por ese amor de Dios mi vida tomó un nuevo rumbo y por la ayuda de un amado responsable que se implicó con mi vida y con todos mis asuntos turbios Dios ha utilizado a muchas personas para limpiar mi suciedad. Mis antecedentes fueron limpiados, mis papeles aprobados, mis juicios y mis deudas con la justicia saldadas. Toda mi vida ha sido transformada en su mayoría por el gran empeño de estas personas y su permanecer aun cuando yo les había pagado mal por bien. 


Hoy en día tengo el alta terapéutica, trabajo fuera del Centro y soy libre de las cadenas con las que Ilegué hace ya más de 8 años. Dios a través de estas maravillosas vidas me regala día tras día una nueva oportunidad de ser transformado un poco más y aunque estoy a años Iuz de los ejemplos de vida que he visto aquí, no me rendiré y por la gracia de Dios lo conseguiré.

A Dios sea toda la honra, pues Él es quien decidió amarme a mi primero y el que comenzó en mi una obra que perfeccionará para su gloria.


Comentarios

  1. Madre mía Julián, es tremendo el amor de Dios... es verdad gracias a Jesús, el buen Samaritano, que no le importa acercarse a los que están heridos de muerte y atendernos hasta nuestra total trasformación, hasta que todo es hecho nuevo. Dios empezó la obra en ti Julián y no parará hasta completarla. Obra que ya la estamos viendo ... y, además te ha hecho un buen jardinero del reino😊🪴🌾🌳

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por su testimonio, me da mucha esperanza

    ResponderEliminar
  3. ¡Gloria a Dios Julián! Humanamente era y es imposible esta obra de restauración, como bien dices, ni médicos ni aun tu familia, que tanto te ama, te podrían haber cambiado, sólo la poderosa obra y mano de Dios.... Gracias por abrir tu corazón y contar tu historia con tanta franqueza y libertad, qué precioso es ver cómo Dios vuelve a hacer la vasija completamente nueva y ahora eres otro. ¡Te amamos!

    ResponderEliminar
  4. Waooo cuánta gloria de Dios, gracias por abrir el corazón y por tu transparencia al hablar de tu vieja vida, que esperanzador testiminio.
    Esto refleja claramente que para Dios no hay nada imposible y que ÉL TODO LO HACE BIEN.

    ResponderEliminar
  5. Pués la verdad lloré lellendo esté testimonió gloria a Dios por la Obra que á echó enti nada hay imposible para Dios

    ResponderEliminar
  6. Yo sólo te he conocido a partir de tu transformación y realmente parece imposible que fueras ese que cuentas. Humanamente no parece que haya salida a ese estilo de vida y mucho menos una tan noble y excelente como la que vives ahora. Muchísimas gracias por abrir así el corazón.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario